Descripción
INTRODUCCIÓN
Algunos encasillan demasiado a menudo al autor en
sus libros y sería útil recordar unas líneas del Prefacio de
André Gide,1
en su edición de 1927, a ―Los Alimentos
Terrenales:
―Se me juzga ordinariamente según ese libro de juventud, como si la ética de los Alimentos hubiese sido la
de toda mi vida. Como si yo no hubiese sido el primero en seguir el consejo que doy a mi lector: -Tira mi libro y
déjame. –Si bien, yo mismo dejé inmediatamente lo que fuese en el tiempo en que escribía los Alimentos, hasta el
punto que, cuando examino mi vida, el rasgo dominante que noto en ella, muy lejos de ser la inconstancia, es, al
contrario, la fealdad. Creo infinitamente escasa esa fealdad profunda del corazón y del pensamiento. Pido que se llame, y me coloco entre ellos, a los que antes de morir pueden ver cumplido lo que se habían propuesto cumplir.
Claro, los mensajes que dieron los Hombres de Pensamiento son consejos que seguir, son razonamientos para una línea de conducta lo que nos ofrecen; pero aun el
1 Escritor francés (París, 1869-id. 1951). Su obra se caracteriza por una incesante búsqueda de la verdad, frente a cualquier limitación moral y sin otro freno que el sentimiento de la belleza. Entre sus obras figuran Prometeo mal encadenado, El inmoralista, Los Sótanos del Vaticano, Diario de los modernos falsos, etc. Recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1947. (N.T.).
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