Descripción
INTRODUCCIÓN
Desde los tiempos más remotos, el hombre siempre ha tratado de economizar el trabajo de sus músculos por medio de la invención de máquinas, pero parece ser que ha pasado mucho tiempo antes de que se dedique a la búsqueda de un aparato capaz de sustituir al cerebro. Las primeras tentativas se orientaron hacia el mecanismo de trabajo intelectual, que reclama a veces largas y penosas operaciones: el cálculo.1
La palabra cálculo viene del término “calculus”: piedrecita, y recuerda las fichas o pequeños objetos móviles que antiguamente servían para hacer las más elementales operaciones de aritmética.
Se encuentran entre los pueblos antiguos: griegos, romanos, hebreos, etc…, los ábacos, pero que ya no se usan en nuestros días salvo en las escuelas de niños, mientras que se les halla frecuentemente por todo el Extremo-Oriente.
Nos sorprendimos por el uso corriente de esos “Ábacos”, que se encuentran en cualquier tienda china o japonesa. Los vendedores se sirven de esos aparaticos con una destreza que causa la admiración de todos los visitantes occidentales.
1 Las operaciones matemáticas parecen tener algo de mágico. Tanto es así, que uno de los monumentos más antiguos de la civilización, un papiro escrito por Ahmes hace unos 3500 años y que viene a ser un “Manual de operaciones y problemas con números”, sirve, según reza su título, “para obtener el conocimiento de cosas oscuras”. (“Aritmética y Álgebra”, F. M. Biosca, Enciclopedia Labor). (N.T.).
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