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Extracto de la enseñanza del Colegio Iniciático – Parte 06.
Por el Venerable Maestro Domingo Días Porta.
Entonces, en los libros en los que se encuentra la enseñanza de los Maestros, no está la verdad. Es como un mapa del tesoro. El libro nos da claves para que uno en la vida encuentre la verdad. En el mapa de tesoros no hay tesoros; los pueden buscar con una lupa, pero nada de tesoros; y es que el mapa del tesoro nos empuja a la vida. Es allá, en el cerro aquel, detrás del árbol, en una cueva que está tapada con una piedra… y uno se va para allá y se olvida del papel, del mapa. Y así es la Biblia, así es el Bhagabad Gita, el Popol Vuh… son mapas del tesoro espiritual de la humanidad que nos dan las claves, nos dicen dónde está el mal, dónde está el bien, etc.
Pero uno tiene que llevar eso a la vida, si no, pues nos quedamos como los bíblicos, que repiten versículos, pero que no dan ejemplo de sabiduría; lo que hacen es asustar a la gente con fines del mundo y cosas del diablo, del infierno, pero no iluminan, dan más sombra y sombra, y esos libros no son para eso; esos testamentos sagrados de la sabiduría de tiempos antiguos, esos libros son como un recetario de cocina, que no es para leerlo, pues es muy aburrido estar leyendo un recetario de cocina. El recetario de cocina es para ir a la cocina y preparar el alimento, es para trabajar con la vida, con las frutas, con las verduras. El libo no se pone enfrente, el recetario de cocina se pone a un lado, al frente se pone la vida esperando ser trabajada; y uno mira de vez en cuando el libro y trabaja la vida. Así son los libros sagrados de la humanidad, como recetarios de cocina para formular el alimento del alma, porque no sólo de pan vive el hombre, y son como manuales de taller mecánico, que es muy aburrido leerlos, pues se hicieron para trabajar en la vida reparando aparatos, y el mecánico no pone el manual de taller enfrente, lo pone a un lado, porque enfrente está trabajando con la vida, con los aparatos.
Así se deberán entender los libros de los Grandes Maestros, pues no son de lectura; porque si los usamos de lectura, seguiremos en lo mismo de siempre. Después de leer y leer no hay poder de retención en la letra escrita, hay que buscar el espíritu de la letra. Por eso Cristo aclaraba a los bíblicos de aquellos tiempos, a los rabinos, a los levitas, etc., les aclaraba cosas de la Biblia que ellos leían todos los días y que no entendían.
Cristo decía que la letra mata, y que el espíritu es el que da vida. Busca en el espíritu de la enseñanza, lee entre líneas, busca en el alma de las cosas. Después de leer un poquito vete a un jardín, a un bosque a meditar, y la vida te va a traer la luz. El libro no es el Espíritu Santo, el Espíritu Santo desciende a la vida misma. No es una lectura, aunque la lectura es necesaria, es útil antes de ir a la comunión con la vida, con el cielo.
Actualmente, mi responsabilidad es establecer estos Colegios donde quiera que se reúna un grupo de doce personas, para transmitir las enseñanzas de todos los tiempos adaptadas a estos, a lo que la gente de hoy necesita. Se reúnen una vez al mes, y ahí se les dan las instrucciones para que, durante el mes, estén practicando cada uno en su vida, en su casa. La enseñanza no está en ir todos los días a un salón de clases, sino que la enseñanza está en todos los días, todos los momentos. ¿Por qué tuve una discusión en la casa? ¿Por qué no logré hacerme entender?… y uno va descubriendo sus fallas, sus errores, porque en la vida corriente la costumbre es la de ver los errores en los demás y lavarse las manos… Yo no, es el otro que no me comprende, que me hace sufrir… Pero ya el Cristo nos dio la clave: No veas la paja en el ojo ajeno, sino la tremenda viga que llevas en el tuyo. El trabajo es sobre nosotros mismos. Con hablar mal de los demás no los estamos elevando, los estamos desacreditando, los hundimos, y eso no se hace, los chismes son magia negra.
En cambio, si yo trabajo sobre mí mismo me doy cuenta de mis fallos y defectos, y estoy haciendo magia blanca, magia espiritual, me estoy iluminando. Es como el campesino, que primero limpia el terreno, lo prepara, está haciendo lo correcto. Pero si en un terreno abandonado quiere sembrar, pues no va a lograr nada, no habrá cosecha. Y así, si el ser humano quiere una vida elevada, una vida hermosa, feliz… primero tiene que limpiar el jardín de su espíritu, de su alma, de su corazón, y semilla que caiga en él arraigará con fuerza.
Así es la parábola del sembrador, que hubo semillas que cayeron en tierras áridas, sobre piedras, y otras cayeron en terreno fértil. Entonces lo primero que hay que aprender es a limpiarse y purificarse, para que luego arraigue la palabra del poder, el verbo, el mantra. El sonido verdadero se hace semilla en el alma. La luz no es propiamente la palabra, es que la palabra viene cargada de luz. Si ustedes leen las palabras del Cristo verán que son palabras de campesino, sencillas, cuentecitos o parábolas, pero sus palabras estaban cargadas de mente iluminada, elevada, unidas a Dios.
Entonces, en esas palabras, la gente halla una fuerza muy grande; son frases cortas, pero tienen algo que, después de dos mil años, todavía resuenan en nuestra conciencia. Aquellas frasecitas, que son piedras preciosas, son joyas del espíritu. Y así la enseñanza de otros Maestros, como la de Krishna, cuya enseñanza quedó en su evangelio que es el Bhagabad Gita, cuyas palabras están encendidas, son como lamparitas o velitas. El Buda tampoco era un hombre de discurso, era hombre de palabras concentradas, píldoras de sabiduría, de amor… y eso produce impacto.
Ahora se divulga también la enseñanza del Buda. Los Lamas tibetanos ya no están en el Tíbet, andan por todo el mundo, y la gente los recibe, porque los pueblos tienen un olfato muy especial y se dan cuenta de en donde está la verdad y donde la mentira, y como estamos en este proceso de despertar, de cambio de civilización, hay esa inquietud de si se va a acabar el mundo, de por qué el calentamiento global, etc.
(A continuar)