Donde un Sendero espiritual está más presente es en el hogar, si se toma el Sendero como un proceso de transformación, de reeducación, de renacimiento. Pues en el seno de la familia el discípulo queda al descubierto en su interioridad, en su karma, en su nivel de conciencia; afuera, en sociedad, podrá aparentar, disimular, disfrazarse, pero en la intimidad salen al aire virtudes y defectos, ángeles y demonios, cualidades y tosquedades, comprensión e incomprensión, tolerancia e intolerancia, verdades y mentiras.

En ese laboratorio humano se caen sus velos, viéndose impelido a superarse de verdad, desde lo más profundo de las raíces de su ser, no superficialmente. Cuando la pareja se enfrenta a su realidad cotidiana, más allá de apariencias y de ilusiones pasajeras, entonces, o toman el camino al triunfo, al arte de vivir y amar, o se dan por vencidos y siguen en la tosquedad, en el individualismo o soledad estéril.

Por eso se dice que para la mujer no hay tal gran hombre, que lo será en la calle, en sociedad, pero en su casa se empequeñece, salen a relucir sus trastornos y deficiencias; será gran hombre en política, en ciencia, en arte, pero como ser humano la deficiente educación que recibió desde la concepción y el hogar hasta la universidad, lo dejó incompleto, defectuoso, tarado, fastidiando a todos en casa, ella es la que más sufre su incompetencia en cuanto a relaciones humanas armoniosas…

De padres a hijos se van transmitiendo, a través de los tiempos, los mismos modelos de conducta torpe por la ignorancia sobre el arte de las relaciones humanas, por la dureza de corazón; de ese estado de atrofia espiritual vienen sufrimientos y violencia, hasta guerras.
Algún día se habrá de romper ese círculo vicioso. D.I.O.S. puso una pareja al comienzo de la vida en un jardín, un paraíso, que era selva, bosque, no un ambiente artificial, todo era belleza y felicidad; allí surgió la primera familia, la llama del Amor sagrado.

He allí el gran laboratorio alquímico: el hogar, donde arde, o debe arder, cada vez con más vigor, el Fuego creativo del Amor exaltado a sus niveles más sublimes, tal como lo enseñó el Cristo. Quien precisamente se forjó en el hogar desde su nacimiento, gracias a sus dos primeros Maestros: sus padres, plenamente reconocidos en el mundo cristiano como seres elevados, Maestros Esenios. Allí se formó, no en una institución ni en sitios públicos sino en la intimidad. Que puede ser, pues, Santuario y Escuela de Maestros; depende de padres y madres si saben ejercer su profesión de pedagogos en el hogar.

Cuando los padres no saben o no pueden cumplir esa misión de formar hijos iluminados, entonces costará mucho transformarlos cuando ya sean adultos, pues así desprotegidos, indefensos, van arrastrando tanta contaminación interna inoculada por un medio social trastornado. Ese es el principal problema de un Colegio Iniciático o escuelas de alta espiritualidad en todos los tiempos… Lo observamos en los grupos espirituales y sus dirigentes… ¡Cuántos conflictos y torpezas! Por eso el Maestre propone la Célula Familiar como la primera Escuela Iniciática o Primera Iniciación, para el futuro, claro, porque actualmente…

En resumen, en el hogar, en el medio familiar, es donde más se pone a prueba la espiritualidad y la capacidad de amar Inteligentemente de un discípulo o candidato a la Realización espiritual. Es el termómetro de su Fuego Interno, de su nivel de conciencia, de su cultura de los sentimientos.

Cristo, Buda, Mahoma, Krishna, Quetzalcoatl, Bochica, Amalivaka, Thunupa, todos los grandes Guías de la Humanidad trabajaron directamente en el seno de pequeñas comunidades de familias. Es la manera más efectiva de llegar al corazón de los pueblos para salvarlos de la enfermedad de la ignorancia y conducirlos a un estado social de paz, armonía, sabiduría en el vivir, amor verdadero, salud y tantos valores potenciales inherentes a la condición espiritual del ser humano.

Algo que no se logra en espacios públicos, auditorios, escuelas, cursos esporádicos, estadios, ni a través de leyes, tribunales, libros, cárceles, guerras, dictaduras. Comparemos la condición humana en las sencillas comunidades autóctonas que viven en la naturaleza con las complicadas ciudades industriales, mercantiles y asfaltadas…

Gana la cultura permanente, la de siempre: vivir en armonía con el Cielo y con la Tierra.
T.A-O Domingo Días Domingo Dias Porta

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