Colibrí 11

SIEMPRE ESTAMOS EN EL PRESENTE

Para hacer un acto de magia, el candidato debe saber manejar el tiempo y el instante o “Estado Mágico”, explica el Ven. Ajpok Oolal, Domingo Días Porta. Señala que el presente cobra toda su fuerza durante el encuentro entre Maestro y Discípulo. Comenta que ni el pasado ni el futuro nos consta. Si analizamos el tiempo desde el yo, siempre estamos en el instante; si vemos el tiempo fuera del yo, se nos está yendo, al ratito ya todo es pasado. Pero resulta que si nos centramos en el ser, siempre estamos en presente. De esta manera la inmortalidad y la eternidad siempre está presente en nosotros. Para estudiar el tiempo es necesario salirse de él, pues mientras estemos inmersos ignoraremos su significado e importancia. “TI” (Tradición Iniciática) “EM” (Estado Mágico) “PO” (Porvenir): son los tres aspectos a estudiar para aprender a navegar y descifrar los misterios que el tiempo guarda.

El pasado tiene aspectos interesantes que es necesario reflexionar. Tenemos cada uno de nosotros nuestros propios conceptos e ilusiones: “yo quisiera haber hecho esto, pero no pude y me desilusioné”. La persona con ese pasado guarda en su mente sombras, frustraciones y tiene un vacío. También tenemos el pasado que nos llega por medio de la Tradición Iniciática, que tiene su origen y es actualizada por intermedio de los Maestros. La Tradición Iniciática ha quedado constatada en la Biblia, en el Bhagavad Gita, en el Corán, en el Popol Vuh, pero si no hay un Maestro las enseñanzas de la Biblia, por ejemplo, solo serán aprendidas y repetidas de memoria sin mayor conciencia. Si no hay quién transmita la Tradición Iniciática nos quedamos a ciegas. Muchos citarán versículos de memoria, pero no podrán encontrar esas enseñanzas profundas, la sustancia tradicional de la sabiduría que llevó a los antiguos a dejarlo ahí plasmado. Algunos cuestionan cómo un libro sagrado puede hablar de guerras, de tiranías, de violencia, de pueblos perseguidos. Precisamente ahí está la clave que la Biblia encierra, ya que eso que menciona ocurrió y tuvo en su momento su razón de ser. Es que un libro sagrado tiene que mostrar la realidad de cómo ha sido la humanidad. Y la Biblia da constancia que en todo lo que ha sucedido hay un hilo conductor y le da sentido a todas las cosas que ocurrieron Es también el caso del Bhagavad Gita. El texto no habla de historia sino es un diálogo entre el Maestro y el Discípulo, pero todo ocurre dentro de un campo de batalla. El discípulo le dice al Maestro:

-Yo no quiero ir a la guerra, porque en aquel bando hay gente buena, tengo amigos ¿cómo los voy a matar?.

Entonces el Maestro contestó:

-Quieres disfrazar tu cobardía echándotelas de que ere muy bueno y no quieres matar a nadie. Pero eso sí, en tiempos de paz andabas de cadete, te ponías el uniforme para lucirte ante las muchachas; si aceptaste el uniforme, acepta la obligación. ¿Por qué te metiste al ejército? Ahora estás obligado, tienes que responder. Tu pasado tienes que utilizarlo no solo para impresionar, porque sería una traición. ¡Levántate y lucha! -le dijo Krishna.

-No, cómo voy a matar, tú sabes que matar es malo.

Y Krishna contestó:

-Para el semi sabio la muerte existe y es mala, pero para el verdadero sabio nadie puede matar ni ser matado. Eso es imposible.

Puede verse en algunas pinturas de la India cómo el discípulo está con su arco disparando flechas, y detrás de él está el Maestro, Krishna, enseñándole en el campo de batalla, o sea, en el campo de la vida, porque esa batalla representa las luchas de la vida. Es un símbolo, porque con las luchas viene la enseñanza. Hay dos bandos: un ejército bueno y un ejército que quiere imponerse y esclavizar, simbolizando las dos fuerzas constructivas y destructivas de la vida. Entonces, aunque no se hable de historia en el Bhagavad Gita, sin embargo esta presente el drama humano. El Maestro va aclarando las cosas, como puede verse en los capítulos siguientes, y el discípulo a su vez expone sus temores, conceptos, quejas y dudas, pero todo orientado hacia la vida misma.

Vemos como cada libro sagrado tiene esa herencia y su sentido profundo, como también sucede en el Popol Vuh, que habla de las humanidades que fracasaron y cómo la humanidad del maíz fue la que entendió a los Dioses. Eso le da sentido a la historia de la humanidad.

Al estudiar el pasado con ese enfoque diferente, pareciera que la Tierra fuera un laboratorio de ensayos: se ensaya con los dinosaurios, a ver que entienden, que captan; se ensaya en el espíritu buscando las células para tomar un cuerpo adecuado, pero resulta que el espíritu no puede tomar un solo cuerpo, pues para que haya seres humanos tiene que haber árboles, piedras, tierra sólida, gusanos, etc., y ahí entra esa visión profunda en los espíritus creadores, los agentes de Dios, para que todo pueda integrarse.

Por más que la Tierra evolucione es imposible que estuviera poblada solamente de seres humanos y que no hubiera piedras, árboles, animales, ni nada. Eso no puede suceder, pues para que haya universidad tiene que haber kínder, escuela primaria, secundaria, preparatoria y todos los niveles de estudio.

El Popol Vuh sugiere cómo fue adecuándose el espíritu en la creación, en la manifestación, para hacer esa escala de formas para que se apoyaran unas con otras.

Por eso en la tradición lakota decimos: “Por todas mis relaciones”. Eso significa que el individuo no está aislado o solo, sino tiene familia, amigos, compañeros de trabajo, sociedad, árboles, pájaros, insectos, y a todos hay que tomarlos en cuenta. Además tenemos relación con las estrellas, porque tenemos un horóscopo, es decir, traemos una herencia del cosmos, de los planetas, y no solo de los padres, que también ellos tienen relación con ellas.

Así que para comprendernos a nosotros mismos, para entender nuestra situación aquí en la Tierra y de dónde viene todo esto, tenemos que estudiar el universo. Los demás planetas no tienen aire, ni agua, ni bosques. La ciencia ha demostrado que nuestro mundo en este sistema solar es privilegiado. Nada hacemos con irnos a Marte o Saturno. Ahí solo veremos tierras áridas. Aquí en la Tierra está el milagro. Eso decían los astronautas cuando fueron a la luna: “Desde allá arriba la Tierra parece un diamante. Es una belleza: sus colores, sus luces, océanos, ambientes”. Esa experiencia los cambió por completo y les otorgó una mística especial. Hay miles de millones de estrellas incontables. Según la astronomía cada segundo muere una estrella y cada segundo nace una nueva estrella.

Hay soles que son cien veces más grandes que el nuestro. Son gigantescos si lo comparamos con el nuestro. Como decía un astrónomo: “al lado de esa estrella gigantesca, el Sol parece una velita, una luz chiquitica”. Pero esa estrella gigantesca por grande que sea es un puntito más en el espacio, un espacio que no tiene límites.

La dimensión también necesita de un estudio especial, porque podemos engañarnos. y creer que el universo está hecho a nuestra escala. Nosotros vemos a la Tierra desde el espacio exterior, pero si alejamos más ya no podremos verla, si acaso veremos a nuestro Sol. Si pudiera verse la Tierra sería solo un puntito nada más, y en ese puntito están esos virus llamados humanos, invisibles. Los humanos somos invisibles para gente de otros mundos. Con una lupa muy grande podrían vernos como bichitos montados en máquinas, caminando por las calles. Nos verían a todos igualitos, así como pintan a los microbios.

“Lo que nos debe interesar no son las obras sino las lecciones, y las lecciones no se coleccionan en un archivo, se coleccionan en la mente. La lección que nos da la vida debe transformarse en carácter, en personalidad, en una madurez de criterio”.

Tiempo y espacio



Tenemos que estudiar el tiempo y el espacio, porque es donde todos nos movemos. En la ciencia ubican un punto en ciertas coordenadas, digamos en la línea del tiempo, en la línea del espacio y donde ambos cruzan las dos líneas. Ahí está un ser humano: tiene tal edad, está en tal lugar, en tal situación.

Cada individuo es un encuentro de tiempo y espacio, y en ese puntito donde se encuentran tiempo y espacio hay una lucecita, un espíritu. En apariencia, en comparación con el universo somos chiquititos. La Tierra es un puntito prácticamente inexistente, y nosotros somos prácticamente invisibles.

Pero resulta que estamos formados de átomos, y los átomos son sistemas solares, según afirman las enseñanzas antiguas. Los electrones son como planetas que giran en torno al sol central, y como decía el Hermano Mayor: en cada átomo, en sus electrones, hay la posibilidad de que exista una Tierra donde viven seres humanos, muy chiquititos para nosotros, pero ellos no se dan cuenta de que son chiquititos.

Desde el lado atómico, para los mundos pequeños somos grandes, enormes, porque aquí, en nuestro cuerpo, hay universos enteros, átomos incontables que son sistemas solares y entre esos trillones de átomos quizá haya un millón de átomos con planetas Tierra, poblado con seres humanos, que son para nosotros chiquititos, diminutos.

Ellos no se dan cuenta que son de ese tamaño, para ellos eso es normal, pero como también están hechos de átomos entramos a lo infinitamente pequeño, porque adentro de ellos también hay mundos diminutos. Así que eso es infinito. Nunca llegaremos al último átomo. Eso es uno de los grandes misterios. Y si vemos hacia arriba, resulta que todas las estrellas son un conjunto de átomos de una célula gigantesca que nosotros le llamamos el “universo”. Pero no es más que una célula más de un tejido, de un órgano, de una persona que vive en su mundo y no se da cuenta de que es gigantesco.

Para nosotros lo es, pero él hará sus medidas a su tamaño y le parecerán normales. Tal vez mida en su escala uno setenta o uno ochenta metros. Y él y quienes viven en ese mundo verán un universo muy grande que podría ser también una célula de otro ser más gigantesco aún, que vive en otro mundo más grande, también poblado de estrellas que vienen a ser otra célula más grande… y así entramos a lo infinitamente grande, que por ser infinito tampoco tiene fin.

Entre los muchos universos también encontramos el de los virus. Para ellos el universo son las partículas de polvo que flotan en el aire a su alrededor, dirán: “qué estrellas tan grandes, qué brillo tan luminoso”. Ese sería su gran universo: un poquito de aire lleno de polvo. Y quién sabe si nuestro universo es un poquito de aire lleno de polvo.

El microscopio nos revela cosas muy interesantes, muy hermosas, y el telescopio, otras. Y esto es así porque el microcosmos y el macrocosmos están entrelazados. El mundo es un microcosmos, somos una nada en comparación con las galaxias, pero también en nosotros alienta y vive el gran cosmos El espacio es un tema profundo para meditar. El espacio es más grande que todo el conjunto de las estrellas más grandes que pueda haber. Las mismas galaxias vistas ante el espacio son un rinconcito de cielo. Cada galaxia es pequeñita ante el espacio infinito.

¿Qué es el espacio? ¿De qué está hecho? ¿De qué está lleno? Se supone que no está vacío, pero si no está vacío, entonces para moverme tengo que empujar el aire que está lleno de cosas, ahí entran estudios y planteamientos profundos y complejos que habría que analizar.

Como ya dijimos, tenemos dos aspectos del tiempo. Después de que pasan las ilusiones y la edad nos pide cuenta de los muchos proyectos que hicimos, y resulta que no los logramos todos, tal vez sólo algunos, y por ello podemos deprimirnos o sencillamente aceptar el mensaje de la Tradición Iniciática.

Lo que nos debe interesar no son las obras sino las lecciones, y las lecciones no se coleccionan en un archivo, se coleccionan en la mente. La lección que nos da la vida debe transformarse en carácter, en personalidad, en una madurez de criterio, en una sensibilidad frente a los demás. La lección que encierra el sobre es la experiencia de la vida, que debe asimilarse igual como asimilamos el alimento. Debe masticarse en el estómago espiritual y transformarse en actitudes correctas, en visión, y entonces el pasado ocupa un lugar muy hermoso. Alguien diría:

“estoy contento con lo que he recibido, porque he comprendido”, y así se le abren las puertas hacia la vida de una manera más clara y amplia, porque toma las lecciones y no las experiencias, de lo contrario, diría amargado:

“pueblo maldito, lleno de locos, me voy a buscar una gente que me entienda”. Pero como toma las lecciones, la persona siente una compasión profunda, porque él vio que en esas burlas había el dolor de seres humanos que no fueron guiados sabiamente, que no tuvieron la oportunidad de una iluminación, que solo habían sido explotados, esclavizados, engañados, y estaban enfermos y trastornados.

mente, sino que el mal era relativo. Lo que era malo hace un siglo, a lo mejor ahora es bueno, y lo que era bueno hace un siglo, a lo mejor ahora es malo. Ahora resulta que es malo fumar, que es malo tomar licor, y antes era parte de la vida normal de la gente, esos eran los buenos. Así lo que es malo para una persona puede ser bueno para otra.

El mal es relativo, una visión limitada que forma fantasmas, como el hecho de pensar que la muerte es “mala”. Según el sentido que tengamos de la muerte será la visión positiva o negativa sobre ese tema.

Dicen que la guerra es mala porque se matan unos a otros, pero ya hemos dicho en anteriores ocasiones que la muerte no existe. El problema no está a la hora de morirse, el problema está en la vida misma. Todo el mundo tiene que morirse, sea por accidente, sea por enfermedad, por la edad, por lo que sea. Ese no es el problema. El principal problema es la vida. Según sea la vida de cada quien, así será el paso a lo que la gente llama “muerte”.

La Tradición Iniciática quedó constatada en la Biblia, en el Bhagavad Gita, en el Popol Vuh, pero si no hay un Maestro, la Biblia solo se aprenderá de memoria, citarán versículos, pero no podrán encontrar la sustancia Tradicional de Sabiduría.

Lo que nos debe interesar no son las obras sino las lecciones, y las lecciones no se coleccionan en un archivo, se coleccionan en la mente. La lección que nos da la vida debe transformarse en carácter, en personalidad, en una madurez de criterio.

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