Los mayas tenían un concepto cíclico del tiempo, no se ocupaban del fin del mundo. Esa estela narra la vida y las batallas de un gobernante”, dice a la AFP el arqueólogo mexicano José Romero. Es la historia de Balam Ahau (o Bahlam Ajaw), que fue un ‘sagrado señor’ de El Tortuguero”, asegura Romero.

Fragmentada en seis trozos, repartidos entre México y Estados Unidos, la estela (piedra tallada) es conocida como el Monumento 6 de El Tortuguero, sitio arqueológico de Macuspana, Tabasco (sureste), del que se tuvieron los primeros registros históricos en 1915.

Esta piedra, que tenía una forma de “T” pero que fue fragmentada y ahora está incompleta, fue rescatada en 1958 junto con otras piezas arqueológicas de El Tortuguero, localizado en una cantera y cuyas históricas piedras fueron utilizadas por décadas en la construcción de casas y carreteras.

El epigrafista e historiador mexicano Erick Velásquez detalla de su lado que el 23 de diciembre al que hace referencia la estela tiene que ver con “el rito de renovación del universo” una vez concluido un ciclo iniciado el 13 de agosto del año 3114 antes de nuestra era.

“Esto habla sólo de que se completaron 13 baak t’uunes (unidad de tiempo equivalente a 144.000 días), pero de ningún modo es el fin de la ‘cuenta larga’, del calendario maya, que es infinita. Inicia un nuevo ciclo, eso es todo”, añadió al explicar que los mayas medían el tiempo de forma lineal y cíclica.

Los mayas en México tuvieron presencia en los estados de Tabasco, Chiapas (sureste), Yucatán, Campeche y Quintana Roo, donde existen vestigios arqueológicos que testimonian el alto desarrollo de los mayas en la ciencia, la cultura y la astronomía.

También hay importantes vestigios mayas en Guatemala y Honduras, así como en Belice y El Salvador.